Nuevos dioses by Alberto Vázquez-Figueroa

Nuevos dioses by Alberto Vázquez-Figueroa

autor:Alberto Vázquez-Figueroa [Vázquez-Figueroa, Alberto]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 1995-06-01T04:00:00+00:00


10

Al cruzar la pasarela del Sahara, el hedor a brea quemada le avisó de su presencia aun antes de que su voz le llegara desde las sombras del butacón.

—Buenas noches —le saludó alegremente—. ¿Cómo te ha tratado el Casino?

—El Casino nunca trata bien a ese masoquista idiota que todos llevamos dentro —replicó tomando asiento en otro de los sillones, frente a él—. ¿A qué se debe esta misteriosa visita?

—No querías que nadie te relacionara con la investigación, y puede que estén intentando averiguar quién se oculta detrás de un belga llamado Alex Duperey.

—¿Conseguiste algo?

—Conseguí poner el pie en una isla. Incluso pasé una noche en ella. —El tono de su voz marcó lo profundo de su decepción—. En una casita aislada a veinte kilómetros del lugar que me interesaba.

Hizo una pausa, dolido.

—Fueron muy gentiles, muy comprensivos, pero muy firmes: nadie podía aproximarse a una clínica o un pueblo sin autorización especial del director. —Rio sin ganas—. Y, desgraciadamente, el director estaba de vacaciones en Europa.

—¿Qué impresión te produjo?

La lumbre del cigarrillo ganó intensidad mientras Sacha aspiraba con fuerza y aprovechaba para ordenar su respuesta. En la sombra, Alain pudo advertir cómo se encogía de hombros.

—Muy normal —señaló—. Médicos y enfermeras preocupados por la salud y el bienestar de pacientes de lujo, y un personal correcto y bien intencionado. Incluso pude hablar con dos enfermos que pescaban en las rocas, cerca de la casa. Eran noruegos con psoriasis, con una gran confianza en curarse pronto, y satisfacción por el trato y por disfrutar de la playa y un sol que derretía los sesos. La comida excelente.

—¿Eso es todo?

—Todo. A las nueve de la mañana llegó una avioneta con un mecánico y a las doce tuvimos que levantar vuelo. —Hizo una pausa—. Necesito un yate —concluyó.

—¿Crees que por mar resultará más fácil?

—Es una zona de mucha pesca. «Pez-vela» principalmente… Puedo pescar de día y bajar a tierra de noche. Pero necesito un barco grande.

Alain negó.

—No quiero que el Sahara se mezcle en esto. Todo el mundo sabe que es mío. —Buscó su encendedor para prender un cigarrillo; a su luz la cicatriz del dedo destacó en la noche como llenándolo todo y advirtió de improviso que hacía dos días que no pensaba en ella y en lo que significaba, habituado a su presencia como si hubiera pasado a formar parte de su ser. Fue una vez más la cicatriz la que le hizo reaccionar, y se volvió con brusquedad—. ¿Crees que en esa isla está la respuesta?

La voz de Sacha Cotrell surgió de la oscuridad, segura de sí misma:

—Lo creo.

—En ese caso iré contigo.

—No querías mezclarte. Puedo arreglármelas solo.

—Me parece injusto pasearme por la Costa Azul perdiendo dinero en la ruleta mientras corres un riesgo al que yo te empujo…

—Es mi trabajo.

—No —negó Alain convencido—. Tu trabajo es escribir, y dudo que llegues a escribir sobre esto.

Permaneció unos instantes pensativo con la vista fija en las luces del puerto y al fin añadió:

—Me parece que tengo el barco que necesitamos.

Sir Thomas Rigby



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.